domingo, abril 30, 2006

Desastre del tiempo

Bruno Marcos
El de r. había conseguido el enlace. Una tienda de libros de lance que había cerrado años atrás y quería liquidar sus existencias. El primer paso fue fallido, el café en el que habíamos quedado estaba cerrado y, en el tiempo en que tardó en aparecer el librero, dos yonkis, de los que casi ya no quedan, remontaron un jardincillo pegándose, con esa desgana con la que se golpean ellos, como sin fuerzas.
Al principio nos dijo que el almacén estaba en el casco antiguo y después aquí, a dos manzanas de mi casa. Con la espera especulamos con que se tratase de una encerrona para secuestrarnos y hacer con nosotros tráfico de lectores polvorientos.
Llegó el librero y resultó que el local era una antigua carnicería donde los libros desfallecían en la inanición por el suelo, en cajas de cartón, entre las patas de huérfanas banquetas y sobre alguna mesa.
Me sorprendí a mí mismo buscando y rebuscando allí donde asomaban librillos locales, cosas de autores de aquí que conocí algún día o de los que oí hablar. No sé si era el morbo o esa pura novela propia que buscamos todos.
Aunque estaban la totalidad de los libros amontonados y revueltos, por una suerte de lógica residual de algún pretérito órden, aparecían increíblemente agrupados por temática. Y, cuando volvías a un sitio por el que ya habías pasado y dabas por inspeccionado, siempre veías cosas distintas, "es -dije- la carnicería como el libro de arena de Borges".
Al fin, el grupo éramos tres hombres, una mujer, una niña y un librero en la carnicería-librería que era más pequeña que el salón de mi casa. Quien se entregó con más pasión al rastreo fue el de r. que, en cuclillas, diseccionó casi la totalidad del material que estaba por el piso y en los rincones. Cada vez que encontraba algo interesante me lanzaba el volumen hasta donde yo estaba. El librero en excedencia, con su voz de actor, cantaba, de vez en cuando, los títulos más pintorescos que encontraba: “Marxismo y espíritu, Historia de la Iglesia Católica...”. No tanto porque pudieran interesarnos cuanto por reírse de las preocupaciones de la que debió ser su propia generación.
Detuve mi autismo zahorí y le dije: “Hay mucho comunismo, marxismo...”. Y él, no carente de ironía, añadió: “Era la época...”.
-Sólo hay – declamó poco después- tres tiendas de viejo en León, que, en realidad, son dos, porque una es ya de libro de lujo.
-A mí eso –añadí yo- no me interesa, eso son objetos.
-Estoy encuadernando ahora en piel para un señor todos los tomos de una enciclopedia de Diderot, una obra colosal, mucha pasta le debió costar. Los dos últimos tomos son ilustraciones...
Seguimos otro rato levantando polvo hasta que uno de nosotros, objetando que el polvo del libro viejo es cancerígeno, salió a fumar.
-El otro día-empezó a narrar el librero- fui con un amigo a ver una biblioteca que quería uno vender en un pueblo y el vendedor, un tipo lleno de tatuajes, nos llevó a una casa quemada, entramos por los escombros y llegamos hasta una habitación y, allí, estaban los libros, en un recodo salvado del fuego...
-No tendrás algo de las revistas que se hicieron aquí –le pregunté.
-Sí hombre, cómo no, siempre hubo aquí algo, alguna revista... Ahora están estos chavales del Leteo, pero son un desastre, vienen a descubrirte a Lou Reed, Heidegger y cosas por el estilo... Mira esto es de este de aquí que le publicaron esto al salir de la cárcel por atracar una farmacia. Todavía anda por ahí, se jubiló de funcionario con pocos años, cuarenta o así... Podía haber llegado a algo pero... Si es que toda esa época tiene una novela que alguien debería escribir...
-Tú mismo –añadió el de r. animando al librero.
-Mira, aquí hay un Canto de la Tripulación, yo fui a clase con los dos hermanos Álix.
-Lo pone por la nubes Trapiello en sus diarios, es de los pocos.
-¿No hubo aquí una revista en tiempo de Llamazares?
-Sí: Barro. Julito sí despuntó, fue casi el único, llego a Madrid un poco antes que yo pero, claro, coincidió con que le arroparon los que estaban allí, el del Diario 16, L.M.D., etc.
-Pero ahora parece que ha quedado en vía muerta.
-Sí, ha quedado en vía muerta, ha sacado esa novela que es de un pintor que va a Madrid, que le conocí yo, que ya murió...
No me pillaba de nuevas toda esa letra derramada, carente de futuro, ya estoy familiarizado con la efimeridad de la literatura que se pretende eterna, la mía incluida, pero, de pronto, ver esas ediciones de Hilario Franco, Eloísa Otero, a quienes traté en mi vanguardia, en una colección hecha con máquina de escribir, plagada de erratas, plasmando sentimientos tan pueriles, tan autocomplacientes me desasosegó. No estaban mal como objetos, sólo les daba la solidez de libro un par de grapas en las comisuras de las hojas.
Creo que todo lo que compré fue por morbo: Las revistas que lo fueron de un crítico local, el único libro de poemas que escribió otro, algunos adonais aún sin desflorar, el Canto de la Tripulación plagado de tatuajes, drogas, palabrotas y travestis, unos cuadernos para cualesquiera diálogos, un circo varado, una rebelión de las masas en edición de masas, tres obras de teatro que jamás leeré, escogidas sólo por sus portadas modernistas de 1900 y una Teogonía en agonía. El de r. me cedió uno de sus hallazgos, un librito de las poesías completas y bilingües del Poe. Al final el de r. compró un montón de libros distintos a los que había seleccionado, ni él conocía a los autores. “Me los habéis movido” nos acusaba. “Creo que le has comprado esos -le contesté- por pagar de alguna forma el derecho a entrar a rebuscar, como si esa adquisición, un tanto absurda, fuera la licencia para pasar a contemplar ese desastre del tiempo”

Dibujo "Lector asiduo de Camilo José Cela". Monseñor. Colección Partícular de Bruno Marcos.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¿Cuanto espacio hace falta para conservar esos escritos que un día alguien rebuscará en librerias-carnicerias? ¿y cuanto tiempo para que una revista con fiesta de lanzamiento modernilla sea adquirida con rango casi de antigualla?.
"...El tiempo, el implacable, el que pasó,..."

mayo 01, 2006 11:49 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

nos esperan los escritores desconocidos como tú

mayo 03, 2006 2:28 p. m.  

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